martes, 21 de septiembre de 2010

¡VAMOS JUNTOS A LUCHAR!


Hemos conseguimos un viejo panfletico que no tiene firma y aquí copiamos lo que dice:
"VAMOS JUNTO A LUCHAR: Los consejos comunales somos reflejo de nuestros pueblos originarios".

Comité de Formación y Propaganda
SBS Puerta del Mercosur
sbspuertadelmercosur@yahoo.com 


Los consejos comunales somos reflejo de nuestros pueblos originarios

Antes de la llegada de los europeos, existían en esta tierra sociedades aborígenes con formas de organización social y política radicalmente distintas a las que vendrían embarcadas en las naves del naciente capitalismo colonial. Los pueblos Chibcha, Arawak, Caribe y Sáliva fueron las etnias más representativas de la organizidad propia del mundo prehispánico. Estas sociedades tuvieron entre sí grandes diferencias culturales. Por ejemplo, los pueblos que habitaban la región andina tendieron a centralizar grupos étnicos enteros alrededor de la figura de los mohanes, líderes chamánicos con facultades de guerreros. Las sociedades, en cambio, que habitaban la cuenca del Orinoco y la Amazonía contaban con unidades políticas altamente descentralizadas e independientes entre sí, cuyas principales formas de cohesión étnica eran las relaciones de parentesco y los intercambios comerciales.

Siempre fueron más importantes los elementos en común que las diferencias y los contrastes entre las distintas etnias. Aún cuando hubiése líderes que las dirigían, las comunidades tenían la capacidad de ejercer el poder con autonomía desde los ámbitos locales. Esto permitía que el principal sujeto de organización fuese el colectivo y que su principal base de identidad fuesen las comunidades.

Tal autonomía y capacidad de decisiones al interior de las comunidades no obstruyó la cohesión de conjuntos inter-étnicos dentro de un amplio espectro territorial, los cuales se mantuvieron articulados gracias a economías basadas en dos principios: la reciprocidad y el intercambio.

El principio de reciprocidad era una forma de cooperación que consistía en otorgar un bien a los vecinos sin el interés de recibir nada a cambio de inmediato, pues eso garantiza que, en el futuro, ese vecino cooperase sin exigir retribuciones materiales. Por otro lado, el intercambio sí exigía una retribución inmediata de las mercancías por sus equivalentes en valor. En ambos casos las relaciones comerciales no estaban dirigidas a la acumulación de grandes capitales derivados del beneficio económico sino que estaban insertas en toda una red de relaciones rituales, familiares y políticas, en las que el comercio en sí era sólo un elemento más, entre muchos otros, para establecer vínculos y cohesiones colectivas.

La fuerza de las distintas alianzas establecidas entre sociedades variaba de acuerdo al contexto histórico. Así, en condiciones normales, los distintos colectivos podían actuar de forma independiente en cuanto a la toma de decisiones, sin embargo, en momentos cuyunturales, debían unificarse para responder ante circunstancias adversas. Los Caribes son un buen ejemplo de esta dinámica. Sus comunidades se hallaban repartidas en un territorio de una gran extensión, área que compartían con otros pueblos, con quienes comerciaban y eventualmente tenían guerras. Sin embargo, la coyuntura definitiva que llevó a la unificación de los Caribes, fue la invasión europea a partir del siglo XVI. Sólo unidos puedieron resistir durante más de doscientos años, debido a lo eficiente de sus organizaciones, muy diferentes al modelo de sociedad que proyectaba la mentalidad feudal y capitalista, representada por el poder de la iglesia y la nobleza.

QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS nuestras comunidades se organizan alrededor de los Consejos Comunales, estructura dirigida al fortalecimiento de las economías locales, ejerciendo el poder desde las necesidades colectivas. Esta autonomía está en equilibrio con la interdependencia  con otras comunidades, lo que se extiende hacia el territorio nacional en general y hacia el resto de los pueblos de Nuestra América.

Así, el desarrollo endógeno no implica aislamiento, sino que, por el contrario, necesita de la colaboración entre colectivos articuladores en grandes redes horizontales dirigidas por intereses y sueños comunes. Sin obviar las particularidades de cada uno. Contraria a ese principio, la llamada globalización capitalista impone la unidad según un modelo político y cultural con un único centro global.

Para crear un mundo multipolar, es fundamental comenzar desde nuestras comunidades, resaltar sus propias características y crear grandes sistemas de interdependencia que, de la misma manera que lo hicieron nuestros hermanos Caribes, logremos resistir las nuevas embestidas del colonialismo.

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